No fue un partido cualquiera. Ni para Ansu ni para el Barça, que no puede permitirse perder puntos en la Liga. Después de poco más de 200 minutos de competición, se llevó una sorpresa con la decisión de Flick: ser titular en un partido crucial. No era el momento más fácil. Sin ritmo de juego, justo después de expresar su frustración por no participar en la remontada ante el Celta, y con pocas oportunidades para cambiar su situación. Sin embargo, Ansu demostró que sigue vivo, respondiendo con creces al desafío que tanto había pedido.
Él simboliza una deuda pendiente del barcelonismo. Su historia es un dolor persistente. Casi una derrota asumida por todos debido a las lesiones. En sus escas apariciones, se notaba, lógicamente, falta de rodaje. Le faltaba casi todo: participación, confianza, seguridad, audacia y potencia futbolística. Justo lo que antes era inherente a él y que llevó a Valverde a darle la oportunidad con solo 16 años. Su inclusión en el once parecía una concesión extraña del entrenador, pero Ansu lo desmintió con su fútbol.
Se integró en un equipo que recuperó la energía y la alegría, en parte gracias a él. Demandó el balón, fue incisivo, evitó las decisiones fáciles en ataque, se implicó en defensa, cambió de dirección y ritmo al enfrentar a los rivales, y culminó jugadas. Volvió a ser explosivo en su juego, sumando además una alta velocidad de ejecución. Obviamente, aún está lejos de su mejor versión, pero dio el primer paso para sentirse útil y para que Flick considere si su rol puede cambiar pronto.
Según el 'escáner' de La TdT, fue el jugador que más corrió en proporción a los minutos jugados y también el que registró la velocidad media más alta. Datos alentadores que abren la puerta a que recupere un papel relevante en el equipo, no el de último recurso. Quizás su "rebelión" en el banquillo fue la señal clara de que quería salir de ese rincón pasivo e introspectivo donde se había refugiado. Da igual lo que se esperara de él; solo necesita encontrar su lugar en el mundo del fútbol. Ya hizo lo más difícil: romper el hielo. Seguro que lo veremos más minutos en este final de temporada, algo impensable hace poco. Otro aplauso para Flick y, sobre todo, para Ansu.
El miedo es una emoción que surge ante un peligro real o imaginario. Debería ser una señal de alerta, pero a menudo lo convertimos en un compañero que nos paraliza. Siempre es mejor mantenerlo a distancia, porque puede desdibujarnos. El Girona transmite miedo, lo que los hace jugar con inseguridad y competir sin la pasión necesaria. Y su plan de juego solo funciona si no juegan con temor, porque su esencia es la audacia. A medida que acumulan partidos sin ganar, resurge el fantasma del descenso con Eusebio, esa caída libre en las últimas diez jornadas que tanto se parece al presente. Un espectro que provoca miedo. Solo queda enfrentarlo para superarlo. Portu y Stuani saben mirarlo a los ojos; son los guías perfectos. Muerto el miedo, muerto el fantasma.
Ziad es un experto en fútbol y analista deportivo, especializado en noticias, estadísticas y tácticas del juego. Es un entusiasta de la tecnología y la innovación, y le encanta compartir sus conocimientos con la comunidad. Le apasiona el fútbol y disfruta de la oportunidad de escribir sobre su deporte favorito.